"Me querés?", solía preguntarme cada noche que dormía con él. Yo no me cansaba de repetirle "te amo", pero quizás para él ese "te quiero" tenía gran valor. "Me querés?", me preguntaba. Y yo contaba los días para verlo, ansiando el fin de semana como a quien se le hacen eternos los segundos para que despegue su avión. "Me querés?", y yo deseaba cada noche estar acostada a su lado, mirándolo, acariciándole la espalda, haciéndole el amor. "Me querés?", y yo me perdía en sus dos faroles como desde la primera noche, desde la primera cumbia, desde el primer "qué linda que sos". "Me querés?" y le brillaban los ojos, ansiando mi respuesta, para después cantarme la estrofa de esa canción que me había dedicado, confesándome estar dispuesto a todo, pidiéndome que cerremos nuestra historia con broche de oro. "Me querés?" ya no me lo pregunta. Ya no espera mi respuesta. Ya no le brillan los ojos. Pero a mí sí. Y sigo queriéndolo, y sigo amándolo, y deseando exactamente lo mismo, y más.
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