Hay ilusiones que nos mantienen vivos. Todos tenemos una.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Golpe Necesario

Recuerdo casi con exactitud la adrenalina que recorría mi cuerpo cuando vi a mi papá sacarle las rueditas chicas a mi bici. Si me hubieran visto la cara de pánico! Intenté con toda la garra poner cara de póker y subirme como si nada a la bici, que ya la veía como un caballo pura sangre indomable que me iba a llevar a la muerte. Ya me vislumbraba, bajando el cordón a toda velocidad, empapando el pavimento con sangre, raspando la loma de burro con mi mejilla, la sirena de la ambulancia sonando como la 5ta sinfonía de Beethoven o el boludo de turno y algún paramédico cubriéndose la boca con las manos mientras el otro corría a mi encuentro con una sábana blanca. Listo, empaque y a la morgue.
Respiré, me subí con cara de "tengo dos 4 y un 5" porque claro, la de póker no me salía, era obvio. Mis manos no contribuían con demasiada solidaridad a que el manubrio se mantenga derechito, mi papá trató de calmarme: "tranquila, yo te sostengo, no voy a dejar que te caigas". Y me sostuvo, sí. Media cuadra. Ahí decidió darme el impulso para que siga solita, con todo el orgullo que siente un padre cuando ve volar a su polluelo. Me vio volar eh, literalmente. En menos de 5 segundos tambaleé y ya estaba besando el suelo.
"No pasa nada, sólo es un raspón. Quizás te vuelva a suceder una, dos o quizás más veces. Pero es necesario para que aprendas y te mantengas firme".

Mi viejo, quizás sin darse cuenta del todo, me dio una de las mejores lecciones de mi vida. A principios de este año me subí a una bici demasiado grande, no llegaba a los pedales (aunque yo creía que sí). Todas las personas habidas y por haber me advirtieron el gran riesgo. No me importó. Yo me subí como si fuera Schumacher, tomé impulso y bajé el cordón. ¿El resultado? Terminé lastimada en el piso nuevamente, sin rueditas y sin bici. Pero tuve los mejores paramédicos del mundo, que sin pensarlo dos veces curaron herida por herida y me ayudaron a levantarme. No sólo eso, también gané una lección más para la colección. Una anécdota para contar, muchas cosas para aprender y tener en cuenta. Y sobre todo la certeza de que el que no arriesga no gana y que de todas las palabras escritas, las más tristes son éstas: PODRÍA HABER SIDO.

Hoy no me arrepiento del riesgo que asumí y todo lo que eso significó y conllevó. Porque a pesar de haber sufrido, aprendí mucho; y volvería a pasar por todo lo que pasé este año porque el resultado que veo hoy me da fuerzas para seguir. Me hice más fuerte, y sé que la próxima vez que me suba puedo volver a caerme, pero también puedo mantenerme con estabilidad y perseguir mi objetivo, pedaleando hasta alcanzarlo.

Pasar por una mala experiencia tiene que tener un fin, y creo que en este caso particular el fin fue el aprendizaje. Aprendí que no todas las personas que demandan son agradecidas de lo que reciben pero que aún así uno tiene que tratar de seguir dando siempre lo mejor. Aprendí que muchas veces es mejor perder en cantidad y ganar en calidad. Aprendí que un niño puede ser un hombre y un hombre comportarse como un niño. Aprendí que los mejores resultados se logran por el trabajo en equipo. Aprendí que el dolor es menor cuando es compartido, y que el amor compartido es el más grande.

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