Hay ilusiones que nos mantienen vivos. Todos tenemos una.

martes, 16 de agosto de 2011

Feliz cumple hermana♥


Recuerdo la vez que mi madre nos prometió una sorpresa para el Día del Niño. Todavía siento la taquicardia en mi pecho, los nervios y la ansiedad que me provocaba esperar esa deseada jornada. Algo nos había adelantado: eran unas muñecas de cuando ella era chica, de auténtica porcelana y ojos de vidrio. ¡No de plástico, de vidriooooooo! Mi mamá recalcó mucho ese detalle. Nunca entendí por qué.

Cuando desperté ese domingo, muy temprano por cierto, tuve la sensación de que escupiría el corazón. Corrimos con mi hermana hacia la cama grande del cuarto de mamá. ¡Qué nervios! Siempre me dan ganas de hacer pis cuando estoy ansiosa y directamente me hacía encima. Ahí estaba ella con las dos bolsas, esperándonos. De movida, noté que la de mi hermana (no sé si les conté que ella es rubia) era más grande. Mucho más grande. Pero no dejé que eso me perturbara. Yo quería mi muñeca de porcelana más que nada en el mundo. Las abrimos. Había un bebote HERMOSO, inexplicablemente hermoso, RUBIOOOOOOOOOOO, de ojos azules de vidrio auténtico, con unas pestañas largas, tan largas como la General Paz. Cuerpo de trapo blando, blandito, que daba gusto abrazar. Y si lo inclinabas, decía “mamá” (aunque era lo más parecido al sonido de un ternero degollado), pero para mí, era un perfecto “mamá”. 

Tenía, además, un vestido increíble de seda blanco, todo bordado a mano, y escarpines tejidos color rosa. Era perfecto. RUBIOOOO, absolutamente adorable, con un mechoncito RUBIOOOO en su frente, suavecito como un algodón, perfecto. Parecía el hijo de Carolina de Mónaco, maravillosamente adorable. El bebé más lindo del mundo, señoras. El más bello, sin duda. De lo que tampoco había duda, es que era para mi hermana (que, repito, es rubia).

¿La mía? ¿Mi muñeca? Negra, negra, negra como la noche. Con ojos de vidrio, igual de negros. Con unas pestañas cortas como pata de chancho y un cuerpecito duuuuuro, duro, duro, que cuando lo inclinabas… nada, nada, nada. La volteé tantas veces para ver si decía “mamá”, que creo que la mareé. La abracé fuerte, con amor, le puse garra, pero era tan dura la pobre, que sus manos parecían pequeños puñales. ¡Y no exagero! Cada vez que dormía con ella, me despertada del dolor: sus deditos eran como una roca, ¡por Dios! Pequeñita, durita y negra con un vestido tejido que picaba! ¡Ay! Cómo picaba!!! Y un mechoncito negrito duro, tan duro, que se lo podía usar como pinche para una picada (un digno hijo de Michael Jackson, cuando era negro, claro). Ahí estábamos las dos, yo y mi hermana rubia, con su suave bebé rubio, y yo la morocha con mi durito bebé morocho. Un Día del Niño más, una muñeca morocha más.

Nunca. Nunca. Nunca tuve una muñeca rubia, nunca una Barbie. A mí me tocaba Kent, que era morocho, por supuesto. Cuando tenés una hermana rubia, no sé bien por qué tus padres deciden que las muñecas rubias son para ella y las morochas, para vos. Así como una cosa signada por el oscuro destino. Oso de peluche blanco y pomposo, para la rubia; oso de peluche marrón, para la morocha. Así, la vida. Y con eso no quiero decir que mis muñecas no fueran adorables, pero ¿por qué SIEMPRE morochas? ¿Será por eso que prefiero los postres de chocolate antes que los de vainilla?

Mi hermana rubia, sin quererlo, trazaba el curso de mi destino en la vida. ¡Qué loco! Me acabo de dar cuenta. Mi hermana, la rubia, la mayor, la de ojos claros. Ella. Ella era mi muñeca rubia. Ella es la muñequita rubia que mi mamá me regaló. Y, sin dudas, fue ella el mejor regalo. Ella, la que me dejaba pasar a su cama cuando me despertaba muerta de miedo, la que me acurrucaba en su pecho cuando estaba triste, la que me dejaba, muy a su pesar, oír las conversaciones con sus amigas, la que allanó el terreno con mis padres por ser la hermana mayor. La que me acompaña, la que sabe lo que me pasa con sólo mirarme, la que me enseñó la mayoría de las cosas que hoy sé. Mi HERMANA, mi rubia, mi bella, mi regalo más lindo. Una de las pocas personas en este mundo por quien yo daría la vida, porque sólo ella se lo merece, porque está ahí, siempre ocupando el lugar más bello en mi corazón.

Mi muñeca rubia, quiero decirte que me pone muy feliz verte feliz, verte acompañada por una gran persona que te ama y amás, verte formando tu hogar y volando (aunque te extrañe horrores y no te lo diga). Que deseo verte siempre con ese brillo en los ojos y esa sonrisa en los labios.
Que sé que soy una chica difícil, que tengo miles de defectos y hago muchas cosas mal. Pero con todas esas falencias, te amo como a nada en el mundo.

¡Feliz cumpleaños! Que toda la vida seas muy feliz!

Tu hermanita :)  Romi. 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.